Binta tiene siete años, vive en una preciosa aldea junto al río Casamance en el sur de Senegal, y va al colegio. Binta admira a su padre, un humilde pescador que, preocupado por el progreso de la humanidad, está empeñado en llevar a cabo algo que se le ha ocurrido.
El inocente relato de Binta, contado por medio de voz off, aborda dos temas de vital importancia en la sociedades actuales. Por un lado, la evidencia de que en Senegal, África Subsahariana y en muchas partes del planeta existen desigualdades y grandes disparidades en el acceso a la educación, especialmente para las niñas, que no disfrutan de los mismos derechos y de las mismas oportunidades que los niños, por el mero hecho de ser mujeres. Esta discriminación es a la vez causa y efecto de la desigualdad. Las circunstancias que condenan a las niñas al analfabetismo, condenan también a la pobreza y a la desprotección a sus comunidades, a sus familias y a sus futuros hijos.
El acceso a una educación de calidad es crucial para mejorar la vida de las personas y reducir la desigualdad en y entre países. Garantizar el derecho a una educación de calidad, es la base de unas sociedades más justas, un mundo más sostenible y, en definitiva, un futuro mejor. Tal y como afirma Sabu, el padre de Binta, nuestra protagonista, la educación ha de aspirar a la plena realización de la personalidad humana y promover el entendimiento mutuo, la tolerancia, la concordia y la paz.
Por otro lado, la historia del cortometraje, muestra los aspectos positivos, y no tan conocidos, de sociedades diferentes a la nuestra, donde valores como la solidaridad, el desarrollo sostenible y respetuoso con los individuos y con el medio ambiente, el trabajo conjunto para el progreso colectivo y la dignidad de las personas, son el centro de la construcción social.
Estas dos temáticas centrales forman parte de una agenda mundial centrada en el desarrollo de los pueblos y de las personas, la Agenda 2030 y los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenibles que constituyen el plan de acción mundial que debemos alcanzar antes del 2030 si queremos que nuestro mundo tenga un futuro. Estos 17 ODS son un rayo de esperanza para nuestro futuro.
Todos y todas deseamos mejorar el mundo en el que vivimos y convertirlo en un lugar donde los derechos de las personas estén por encima de todo interés, la sostenibilidad del planeta sea una prioridad y donde la convivencia pacifica de los pueblos nos permita valorar la diversidad como una gran riqueza. Trabajando juntos por estos fines podremos lograrlo.